“En el mayo de 1968 en París, mediante la revalorización de la “filosofía del deseo”, podemos ver que gran parte de los conceptos que movilizaron a los jóvenes se nutrió del pensamiento de Spinoza. En momentos en los que el estructuralismo y el marxismo se desgastaban en sus propias encrucijadas urgía encontrar nuevas herramientas para pensar y transformar la sociedad” Antonio Negri.
“La mayor parte de los hombres, la mayor parte del tiempo, permanecerán fijos a las pasiones tristes, que los separan de su esencia y la reducen al estado de abstracción. La vía de la salvación es la misma de la expresión: devenir expresivo, es decir, devenir activo”. Gilles Deleuze.
“Natalia Sabater recorrió los principales libros de Spinoza en busca de elementos que le permitieron plantear una destinación humana entendida no como un derrotero forzoso que llevar a alcanzar un fin preestablecido de antemano por una divinidad trascendente, sino como realización plena de posibilidades inmanentes, es decir , en un único plano de la realidad, por oposición al “más allá” de una hipotética trascendencia que harían que un ser finito y limitado como el humano pudiera experimentar la felicidad”.
“Como explica Sabater, ese camino se recorre mejor en compañía de otros, y la felicidad singular es más realizable si se generalizan las condiciones para que el mayor número de personas pueda alcanzarla. La finalidad del Estado democrático es “crear las condiciones para el incremento de la libertad y el alcance de la virtud”. En el marco de una sociedad que respeta ese propósito, la realización del destino se presenta como posible para un mayor número de individuos, porque se vincula condicionalmente con el objetivo de un orden político virtuoso”.
“Claudia Aguilar refiere que el hecho de formar parte de este individuo colectivo , abre cauce a una experiencia de la libertad, de la alegría, de la beatitud que solo la potencia de la multitud consigue generar”.
“De Ámsterdam a Buenos Aires (haciendo escala en París), del siglo XVII al XXI , el pensamiento de Spinoza no ha dejado de proliferar. Quizá, como imaginó Borges, su universo conceptual se haya esbozado en su taller de pulidor de lentes. Pero lo cierto es que prosiguió abriéndose camino en las aulas, en las calles, multiplicando a cada paso su vitalidad. Si en la penumbra el filósofo labraba a Dios, hoy queda claro que ese Dios no era un ser trascendente, sino un Dios inmanente, que se expresa en la potencia comunitaria del encuentro”. Gustavo Santiago
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